ITANES de BÀRÀ -del 15 al 19-
15.      
Olofín le tenía mucha estima a Obí. Obí sería justo y puro de corazón, modesto, grande, sencillo. Olofín lo hizo de corazón, entrañas y piel blanca y lo elevó a gran altura. Pero Obí se envaneció en las alturas. Él tenía a sus servicios a Bará, con quien un día mando invitar para una gran fiesta a sus amigos. Todos se consideraban amigos de Obí, los más grandes en la tierra y los peores pobres. Feos sucios, miserables, deformes, enfermos, sanos, hermosos y limpios. Bará había notado el cambio, su arrogancia y desprecio. Desprecio que Obí manifestaba. Y en lugar Bará de invitar a los ricos exclusivamente de a cuerdo al deseo de Obí, solo invitó a los más pobres, miserables, enfermos, deformes, etc. El día de la fiesta cuando Obí observo a aquella turba de a cuerdo a su criterio desagradable preguntó fuera de sí “quién los había invitado”. A los que todos respondieron: “Bará, en nombre suyo, Obí”. Este los hecho de muy mala manera, Bará decidió irse con ellos. Un día Olofín llamó a Bará para enviarle un recado para Obí. Bará molesto con este por lo acontecido, explico a Olofín para que no lo malinterprete y tome como una desobediencia de su parte la negativa a cumplir con su pedido. Olofín se disfrazo de mendigo y fue a buscarlo. Obí al verlo le pidió que se alejase, por que su suciedad podría mancharlo y sus pestes perjudicarlo, dicho esto le dio la espalda al mendigo. Olofín sin fingir la voz gritó su nombre. Al escucharlo Obí lo reconoció, le pidió perdón a sus pies. Olofín respondió: “Para castigar tu orgullo, aunque conservarás blancas las entrañas, bajarás de las alturas para rodar y ensuciarte en la tierra”. Desde entonces el Obí (coco) sirve para romper enfermedades y el mensaje es: “Que quien ofendió a los tullidos, hambrientos y llagados tengan que rodar en las casas más pobres pidiendo misericordia por ellos”.
16.      
La tierra estaba siendo azotada por terribles calamidades, a consecuencia de cosas injustas realizadas por los hombres. No llovía, no había sal, todo se secaba y moría. Olodumaré indignado por los actos cometidos por el hombre, dejaba que estas calamidades siguieran sucediendo, para así se dieran cuenta de todo el daño que estaban causando, por este motivo deciden juntarse todos los Orixás, dejando a fuera a Bará. Sus conclusiones fueron que iban a llevarle distintos alimentos de los pocos que quedaban a Olodumaré para tener su misericordia y que la desgracia acabara. El primero en cargar todos los alimentos y llevarlo a la morada de Olodumaré fue Ogún, pero las puertas no le fueron abiertas, regresó sin éxito. La segunda en ir con las ofrendas fue Oiá, pero las puertas de Olodumaré tampoco le fueron abiertas. Así fue que iban y venían los Orixás con las ofrendas, sin que Olodumaré les abra las puertas para recibirlas. Vuelven a reunirse y notan que el único que faltaba era Bará y deciden ir a buscarlo. Le dicen que querían que llevase las ofrendas a Olodumaré porque todos lo habían hecho fracasando en su intento. Bará los escucho y dijo que debía pensarlo. Él camino por sus cruceros hasta que decidir ir a ver a Orumilaia, algo que ninguno de los otros habían hecho. Ya frente a él le contó lo que estaba sucediendo y la misión que a él le habían encomendado. Orumilaia abre el tablero y le dice: “Tú deberás ir y en medio del camino se presentará un Odú, el cual como tu bien sabes posee dos líneas y de tú dependerás el que vallas a transitar”. Tras un abrazo emprendió su marcha, cargo los alimentos y empezó a transitar su largo viaje. En medio del camino se atraviesa una vieja que ya por el peso que cargaba no podía caminar, ella se cae con el bulto sobre ella. Bará por un momento olvidó su misión, deja sus ofrendas a un costado, le saca el gran peso de encima, la ayuda a pararse y la vieja una vez incorporada le dice: “Tengo hambre Bará”. Que también él lo tenía. Saco un poco de alimento y se lo da a la anciana, más animada le dijo “tengo sed”. Bará saca agua y se la da. La anciana lo miró y le dijo “¿Tu no comes ni bebes?”. “No”, respondió Bará, estos son presentes para el gran Baba, para el absoluto y a él se lo debo entregar. La anciana lo miró y le dijo: “Las puertas no fueron abiertas, ve y golpea, para ti se abrirán”. Bará sin descalificar a aquella anciana que se encontraba en un estado calamitoso, así lo hizo. Fue hasta las puertas las golpeó y se abrieron para él, al mirar hacia adentro vio a una anciana sentada en un trono, ella era la mano derecha de Olodumaré. Bará que no cabía en su asombro por que lo que tenía frente a él era la misma anciana a la que había ayudado, dado de comer y beber. Olodumaré ya notificado por ella de lo acontecido le dijo al recibir los presentes “¿Tu has comido y bebido de ellos Bará?”. “No Baba”. Olodumaré complacido por el destino que Bará había decidido transitar dijo: “No solo cesará las calamidades, sino que a partir de este momento nadie podrá llegar a mi si no es por tu intermedio, nadie abrir una puerta si no te lo piden a ti. Como también te digo que debido a tu bondad nadie podrá comer o beber si antes no lo haces tú”. A lo que todos los presentes respondieron: “Así será Baba”.
17.      
El Rey Congo era padre de tres hijos, Xangó, Ogúm y Bará. Este último era inquieto, pícaro y peleador; se alteraba con facilidad, siendo su mayor característica la ciclotimia. Después de su fallecimiento, cuando los integrantes de la tribu hacían una ofrenda a los espíritus o celebraban una fiesta religiosa, sufrían complicaciones. Los pedidos que se invocaban no eran respondido, muchos de ellos eran elevados a hacia las entidades que rigen sobre los elementos de la naturaleza y al no llegar estos, comenzaron a producirse epidemias, perdidas de las cosechas y todo aquello que tenia vida dejaba de tenerla. El Sacerdote consulta a Ifá y con gran sabiduría les informa que Bará estaba celoso y quería una parte de todas las ofrendas, descalificando la lectura del Sacerdote y el pedido de Bará; esto no se hizo y las calamidades no cesaban. Desorientados consultaron nuevamente y la respuesta esta vez fue, que ya no solo quería una parte, sino que ahora lo quería en primer lugar. Los antiguos de la tribu aceptaron esto y así se hizo. Organizaron una primera fiesta y durante su transcurso todos estaban expectantes al desarrollo de esta. Esta se desarrollo con tranquilidad y armonía, las energías ocupaban a sus caballos. Todos notaron que durante los días posteriores volaba un clima de alegría incitada. Progresivamente cesaron los desastres y de esta manera volvió el equilibrio y la tranquilidad a la población.
18.      
Tres amigos estaban en una situación económica difícil por lo que consultaron a Ifá, él les dijo que procurasen encontrar cada uno de ellos un muñeco, pues en eso estaba la salvación. Al momento los tres amigos se marcharon y uno de ellos al entrar a un pueblo, robo una imagen y comunico a los demás su partida inmediata para llegar en primer lugar a los pies de Orumilaia. El segundo amigo permaneció despreocupado ya que no le interesó lo advertido por Ifá, pero el tercero se fue por un camino desde donde pudo ver un árbol majestuoso que le impresiono. Se acerco a él considerando que tenía vida, conversó para luego pedirle licencia para cortar una gruesa rama. Con la punta del cuchillo talló la madera hasta conformar tres imágenes que a su vez estaban ligadas. Complacido con su obra se dirigió a ver a Orumilaia. Este al verlo le dijo:
“Lo que hiciste es tu Bará, es el movimiento dinámico del universo y de tu vida. Él es el bastón de Olodumaré y tu eres fiel merecedor del Bará, por que yo te sugerí una situación que tenía tres caminos, el primero el robo, la avaricia, el engaño; el segundo la pereza, el conformismo a toda situación, la vagancia; el tercer camino fue el que tu elegiste, la creatividad, la inteligencia, la visión de hacer algo que parece frió y preestablecido y a esto lo mostraste de tres modos distintos al igual que Bará. “Ve y presenta las cosas de tres formas diferentes, lo bajo, lo medio y lo alto. Pudiendo una misma persona estar en los tres planos como único dueño de su Odú, por eso a ti te pertenece la apertura del Bará”.
19.      
Cuando en la tierra vivían los Orixás; en una aldea africana, había un matrimonio; él llamado Okuberé y ella Ananki. Okuberé era un Obá rico y poderoso, y a ambos la suerte no los había bendecido con un hijo. Cada año que pasaba, Ananki estaba más y más preocupada. Un día le dijo a su esposo que se marcharía a la aldea de sus padres así él podría tener otra esposa que pueda darle un heredero para su pueblo. Él trato de tranquilizarla, ella no respondió, pero se prometió a sí misma que esa noche se marcharía bien lejos. Y así lo hizo. Salió de espaldas a la luna para que esta no supiera hacia donde se dirigía. Camino hasta el límite de sus fuerzas. Al llegar a un cruce de caminos vio un hermoso cocotero, se sentó exhausta debajo de su sombra a descansar. Ni bien lo hizo, cayó sobre sus piernas un coco muy grande que parecía brillar con luz propia. Como estaba muy fatigada y sedienta no prestó atención al extraño fenómeno. Lo abrió y bebió su fresca agua, al instante quedó dormida. En sueños sintió que la llamaban y con gran asombro vio que la palma de cocos le hablaba diciéndole: “Ananki, has bebido de mi hijo Obí. Esa agua te hará ser fecunda. Podrás tener varios hijos, pero el primogénito me lo dedicarás a mi. Él será bello, hábil e inteligente; pero si no lo refrescas con el coco a los tres días de nacer, yo lo traeré con migo y lo perderás para siempre y él será el dueño de los caminos y yo su madre.” Ananki no sabía que tan real había sido lo ocurrido; pero esto la impulsó a regresar. Al llegar, su esposo que se encontraba triste, la recibió con inmensa alegría, agasajándola con una gran fiesta. Luego está, Ananki, le contó a su esposo lo sucedido y él prometió cumplir. Pasado un tiempo, efectivamente tuvieron un hijo al que llamaron Bará. Fue tanta la alegría que ello causó, que constantemente venían vecinos de otras aldeas y parientes, a saludar al nuevo heredero. Con tanta alegría se vivía su nacimiento que ninguno de los dos recordó lo conversado entre Ananki y la palmera. Bará creció hermoso y muy travieso. Cuando ya era adolescente su padre lo nombró públicamente príncipe. Bará no se presentó. Su padre acostumbrado a las faltas de éste lo asimilaba como un paseo más. Al regresar trajo consigo un coco que brillaba majestuosamente. Los días pasaron y Bará desmejoraba, seguía con sus largas caminatas hasta que de una de ellas jamás regresó. Su padre mandó al ejército en su búsqueda, lo hicieron detrás de las piedras, los árboles, el agua, los distintos metales preciosos sin encontrarlo. Ya su padre desahuciado, fue a ver a Orumilaia, el que le dijo: “Mi rey, en cada una de las partes donde lo fuiste a buscar él vivirá. Pero fue el camino quien lo tragó. Ese es el lugar donde él reinará. Por esto mi rey, Olodumaré te dice: Ikú Lobí Osá.”
 
 
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